No nos damos cuenta de lo
importante que es aprender a perder, saber que cada vez que perdemos, hemos
ganado algo aunque no lo veamos, y que cada vez que ganemos habremos perdido
unas cuantas veces antes. Perder duele, y no es nada nuevo. Lo sabéis. Perder duele
mucho. Podemos perder la razón, perder cosas, pero lo que más duele es perder a
esas personas que pensamos que iban a estar incondicionalmente a nuestro lado, y
de repente, se van.
Y ahora estaréis pensando que
ojalá no perdiéramos, que todo fuera ganar y la vida fuera bonita. Pues no, yo
me alegro de perder. Doy gracias a todas las batallas que he perdido, a todas
esas personas que se han ido; a las que yo he dejado ir y a esas que se han ido
sin que yo dejara que se fueran, aunque cueste recordarlo, aunque duela. Pero si
no fuera por cada una de ellas, yo no sería quien soy, no hubiera vivido lo
mismo y hoy no estaría aquí seguramente. Seguramente tampoco valoraría todas
esas cosas buenas que me han pasado por haber perdido antes. Y esto seguramente
ya lo sabréis, pero hay veces que es mejor dar un pasito para atrás, coger
carrerilla, y seguir a por todas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario