domingo, 28 de diciembre de 2014

Cuando ella pasa por debajo del cielo sólo el tonto mira al cielo.

Mirarla y sentir que te falta el aire y preguntarte constantemente el por qué sin que nadie responda. Y enfadarte, porque no quieres que eso te pase, y frustrarte, porque no entiendes que sea ella habiendo tantas. Respiras y hueles su perfume donde quiera que vayas, y es que da igual quién le lleve porque siempre será el suyo. Y pensarla, y no poder sacarla de la cabeza, y recordarte a ti mismo lo bien que estabas sin ella y lo bien que es ella sin ti. Entender al fin que uno no escoge de quién enamorarse pero si como vivir ese amor. Mentalizarse de que hay muchos tipos pero vida sólo una. No querer verla y no desear otra cosa que aparezca, entre la multitud, y te sonría. Y es que no intentemos engañarnos diciendo que hay más sonrisas iguales porque eso, eso no hay quién se lo crea. Matarte, por ser tan listo o tan tonto, por sentir que siempre habrá hueco entre unas piernas pero sólo quieres estar entre dos. Agobiarte, y pensar que ésto te queda grande cuando ni te lo has probado. Que amigo mío, llevarlos colgados no significa tenerlos. 


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